( Em fa una mica de gràcia rellegir-me a través de coses que he fet ja fa temps, com aquest relat... )
-Lo siento, creo que estoy muy pesimista, ya sé que hablar de este modo, en
suma, lo único que propicia es que me hunda cada vez más en el fango... Aunque,
créame, pongamos el caso de que tuviera palabras que significaran significados distintos,
¿usted cree que me servirían de tabla de flotación?
-Puede, pero en todo caso, el lenguaje es solo un idioma de signos con el
sentido que usted mismo quiera que tenga. No sé si me explico. Para lograr la
catarsis, tendría que intentar que la palabra saliera exprimida de su alma con
todo el jugo de sus contradicciones, de sus miedos, de sus conflictos, de sus
peleas, y esto no es nada fácil. De nada le va a servir inventarse un lenguaje
bellamente dibujado pero del cual no pueda extraer ninguna referencia exacta a
la temperatura interior de su alma...
-Creo que le voy entendiendo, pero a la vez me vienen ganas de llorar. Dios
santo, por qué es todo tan complicado.
-Bueno, pues entonces veamos de qué forma se puede desmontar esa
complicación en cachitos o raciones más simples: ¿está usted listo para ello?
-Creo que sí, doctor, aunque tengo miedo del precipicio abierto e
insondable que pueda hallarse más allá de los límites de las palabras.
-No se preocupe, eso le sucede a todo el mundo; procedamos, pues, sin más
dilación: yo le iré sugiriendo las palabras desnudas tal y como son
pronunciadas, usted tendrá entonces que ir vistiéndolas, una a una, para
rellenarlas de imágenes, de sensaciones, de sentimientos, o de lo que usted
quiera . A ver, vaya cerrando los ojos, deje su mente en calma y preste
atención a la modulación del sonido que nace de pronunciar...
Amor:
La carne se iba deshaciendo como una segunda piel innombrable, los vientos
torrenciales del espíritu giraban desbordados sobre un centro de gravedad que
me succionaba hasta el fondo, no podía hacer nada por apartarme de esa
atracción tan poderosa, lamí su espíritu, encontré en el interior de unos ojos
diáfanos mi reciprocidad, reconocí esa reciprocidad, y entonces hice la promesa
de no separarme nunca de ese dulce y tierno espejo... cuando por un infortunio
o giro inesperado del destino se rompió, una parte de mi cayó entonces también
al suelo y se fragmentó en mil pedazos que jamás desde entonces he conseguido
volver a unir.
Dios:
Alguien que hace muñecos absurdos y que luego abandona sin dejarles ningún
manual de instrucciones.
Un sueño:
Voy en una barquita deslizándome lentamente a través de un río dorado por
los primeros y más deslumbrantes rayos de sol matutinos. Hace calor. La brisa
me acompaña dulcemente en la travesía. Los olores a jazmín fresco parecen
inundar un aire puro como el diamante. De repente, empiezan los rápidos del río
a precipitarme bruscamente hacia una catarata inminente, mas no puedo hacer
otra cosa que dejarme llevar, siento que no depende de mi en última instancia
la fortuna de ese viaje.
-Alto, siempre hay algo que sí puede cambiarse, por qué no intenta bracear
un poco para ganar una de las orillas.
-No puedo, estoy justo en el centro del ancho río, y sus bordes ni tan
siquiera pueden vislumbrarse.
-Pues entonces, ¡salte!
-No sé nadar.
-Vaya, no pinta entonces esto demasiado bien. Continúe, por favor...
La sensación que embarga mi alma es una sensación de caída en picado, al
unísono de la marejada frenética que me arrastra río abajo. Voy despidiéndome
de todo, si tuviera una botella con mensaje dentro la echaría, pero me temo que
ya es tarde siquiera para las fantasías de este tipo. La catarata está a sólo
dos metros. Se intuye un precipicio descomunal que es como si me dijera de
antemano: te voy a engullir.
-Y qué hay más allá del precipicio.
-Silencio. Nada.
-Y qué es el silencio.
-La orilla olvidada de un río sin posibilidad de derramarse en el mar.
-¿Y la nada?
- ...
-Está bien, no responda a esta última pregunta; está sudando, creo que por
hoy ya está bien; veamos, creo que me voy formando un diagnóstico prematuro del
dilema que sacude como perros enfurecidos su interior. Es así, más o menos:
Usted apostó en su día todo lo que tenía al caballo de carreras que creía
ganador, pero no vio que, más allá del hecho de apostar o no, su caballo era
cojo de nacimiento...
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