(Si em tingués que criticar jo mateix aquesta poesia que tenia als documents de l’ordinador oblidada i que avui de forma un tant accidental he retrobat, diria que el llenguatge emprat està utilitzat amb bastant bon criteri i escapant sempre d’expressions vulgars i estereotipades, però també diria que transmet bastant pessimisme i una visió molt negativa de la vida. No me’n recordo de quan la vaig fer, fa molts anys, ni tampoc de l’atmosfera emocional que m’envoltava llavors, però sense cap tipus de dubte devia ser un moment complicat...)
Palpo las sombras como palabras que se escapan
de una red transparente que atrapa peces inexistentes:
Tiento, palpo, miro en la nada, tal vez.
La hondura y la contundencia de la negrura
vomita mi eco cercenado, vacío, hueco
en extrañas virutas de madera repletas de resina pegajosa.
No hay lenguaje que exprese, me digo,
desde un nihilismo desnudo y renuente a la expresión.
Camino en la oscuridad de mis párpados,
suspiro desde la cueva de mi memoria ajada,
pero sigo extendiendo mis brazos hacia el camino
de un mañana que pasa siempre a mi lado.
Hablo entonces desde las ubres del deseo y la fantasía,
desde un nuevo mundo todavía por descubrir,
desde la inocencia,
desde la tierna mirada de un gato,
desde la piedra que recibe sin quejarse al sol día a día,
desde el grito silenciado nada más nacer,
desde la incertidumbre y la angustia y la rabia,
desde el mar y la eternidad,
desde una tenue vela a punto de consumirse,
desde mi hígado, mis vísceras y mi pene.
Hay besos que tiemblan en un estanque de paz soñado
y que se ondulan en un acto de amor hasta mi espalda
mojándola de sal y de una pena
muy difícil de extraer de ese rostro desnudo
que se contempla a sí mismo en un espejo imaginario.
Hay esperanzas infundadas que viven así como mueren
en caparazones duros y fríos como el mármol
donde se petrifican definitivamente todos los sueños.
Y ya no hay nada más.
Nada nuevo sobre la faz de esta tierra.
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